Señor victorioso, en esta mañana me pongo de pie, levanto mis brazos al cielo y exalto tu grandeza, Señor, pues no hay nada ni nadie que pueda compararse contigo. Qué felicidad siente mi corazón al saber que me has dado la dicha de poder vivir en un nuevo día, en un nuevo amanecer lleno de oportunidades, pruebas y una serie de acontecimientos que, estoy seguro, forman parte del plan perfecto que tienes para mi vida.
